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Leyendas de Zacatecas


Ciudad de Zacatecas

Zacatecas  y sus leyendas

La fundación de Zacatecas se remonta al 8 de septiembre de 1546, cuando Juan de Tolosa, Cristóbal de Oñate y Diego de Ibarra descubrieron el sitio donde se establecería la ciudad de Zacatecas.

Este descubrimiento fue parte de la búsqueda de nuevas rutas mineras, y pronto se convirtió en uno de los principales centros mineros de la Nueva España debido a la riqueza de sus yacimientos de plata.

La ciudad creció rápidamente y se convirtió en un importante centro comercial y cultural en la región.

Después de su fundación, Zacatecas experimentó un rápido crecimiento gracias a la explotación de sus ricos yacimientos de plata.

La ciudad se convirtió en un importante centro minero y comercial en la región, atrayendo a numerosos españoles y a una gran población indígena que trabajaba en las minas.

En el siglo XVII, Zacatecas sufrió varios ataques por parte de los chichimecas, un grupo indígena que se resistía a la colonización española. Estos ataques, junto con la disminución de la producción de plata, afectaron la prosperidad de la ciudad.

En el siglo XIX, durante la Guerra de Independencia de México, Zacatecas fue escenario de importantes eventos.

En 1810, Miguel Hidalgo y Costilla, considerado el padre de la patria mexicana, pasó por Zacatecas en su camino hacia la Ciudad de México para iniciar la lucha por la independencia.

En 1914, durante la Revolución Mexicana, Zacatecas fue escenario de la famosa Batalla de Zacatecas, en la que las fuerzas revolucionarias lideradas por Francisco Villa derrotaron al ejército federal, lo que significó un punto de inflexión en el curso de la revolución.

Hoy en día, Zacatecas es conocida por su arquitectura del periodo virreinal, sus tradiciones culturales y su industria minera.

La ciudad ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO debido a su rica historia y su belleza arquitectónica.

Durante todos estos años, que ya son casi 500, han pasado cosas como es natural.

Algunas de esas han dejado profunda huella en los habitantes y en algún que otro forastero…

 

Leyenda de La Piedra Negra

Rumbo al norte de la ciudad de Zacatecas, se encuentra uno con Vetagrande, un pequeño pueblo minero como es común en la región.

En ella Gildardo y Misael, dos amigos del pueblo que siempre solían trabajar juntos y acompañarse, les unía una fuerte amistad.

Llegó un momento en que como es muy normal, ambos pensaban que no era justa la compensación por el trabajo en la mina que ambos realizaban.

Debido a esto se decidieron a emprender por ellos mismos.

Apenas consiguieron algunos picos y un par de palas y salieron en busca de trabajo y fortuna rumbo a la ciudad de Zacatecas.

Una vez en su destino, encontraron un lugar en donde decidieron comenzar a cavar.

Así paso mucho tiempo en donde cavaban y cavaban sin encontrar absolutamente nada.

Eso no amilanó a ninguno de los dos amigos que aguantando el cansancio y el hambre no paraban de cavar.

Llegó el día.

Y ese día encontraron más que indicios de que se encontraban ante algo muy grande.

Los indicios se esfumaron y Gildardo en su desesperación lanzó maldiciones a la montaña.

Las maldiciones al parecer fueron escuchadas y pronto apareció una enorme piedra de oro ante los ojos atónitos de Gildardo.

Este llamó eufórico a su amigo Misael.

— ¡somos ricos Misael!

Misael corrió presuroso al lugar en donde se encontraba su amigo y ambos contemplaron la piedra que brillaba ante sus ojos a la luz de los quinques.

Con tal de celebrar ese día y dadas las muchas penurias que juntos habían pasado, Misael fue al pueblo a buscar viandas para una buena y merecida cena.

Fue que Gildardo al quedarse solo, comenzó a percibir un fuerte olor a azufre y a escuchar una fuerte voz que se arrastraba como serpiente por el suelo de la pequeña mina que ya habían logrado cavar.

— Gildardo, Gildardo ¡no seas ingenuo! Misael no fue a buscar que cenar, sino que está tramando un plan para despojarte de tu legítima riqueza. ¡Nadie la merece más que tú! — retumbaba la voz por todo el interior de la mina y por todo el interior de su propio ser. — Y si no me crees, cuando regrese Misael simplemente hazle esta pregunta: ¿somos ricos Misael? y ya verás lo que te contesta.

Macabras risas resonaban entre el eco de la mina mientras Gildardo perdía el control sumido en su inseguridad que no hacía más que crecer.

Misael volvió de la ciudad con las ricas viandas que iban a cenar mientras Gildardo ya tenía preparado el fuego.

Mientras cenaban Gildardo finalmente preguntó.

— Misael, ¿somos ricos?

A lo que Misael más preocupado en llenarse el buche que otra cosa no contestó.

Dada la envenenada inseguridad que ardía en la sangre de Gildardo, este ya no tenía el control sobre sus actos… sacó un puñal y se abalanzó sobre su amigo y clavándolo en su corazón la vida le arrebató.

La sangre de Misael pronto bañó la piedra de oro que había descubierto su amigo Gildardo, quien asustado… tomó la piedra y corrió hacia la salida del lugar.

El fuerte olor a azufre volvió ahora con mucha más intensidad y la misma voz infernal se reía a carcajadas mientras la cueva comenzaba a temblar.

— Gildardo, Gildardo… yo te dije que la piedra era tuya pero no que te la ibas a llevar… por haber matado a tu amigo, aquí te quedarás por toda la eternidad.

Dicho esto la pequeña mina terminó de colapsar.

Los hombres del lugar se percataron del derrumbe y se organizaron para ir a ayudar, pero lo unico que encontraban en aquel lugar maldito era la muerte.

La noticia llegó a Fray Buenaventura, párroco de la Catedral que por aquellos entonces aún faltaba por terminar.

Con el santo rosario, biblia y agua bendita se acercó a aquel lugar, en donde el si pudo encontrar los cuerpos sin vida de Gildardo y Misael.

Gildardo yacía abrazado a una piedra negra como el tizón que de brillante tenía lo mismo que el carbón.

Fray Buenaventura la tomó para alejar del peligro a toda la población y ordenó fuera incrustada en la Catedral, debajo de un pequeño campanario para que avisara por si alguien la quería tomar.

 

Leyenda de la piedra negra en la Catedral de Zacatecas
Piedra negra incrustada en la Catedral de Zacatecas

 

Leyenda de La Mina de “El Eden”

Miren ustedes, esto que les voy a contar lo pueden creer o no.

Pero sin duda, hay veces que conviene creer que no creer.

Sobre todo cuando las leyendas son tan ciertas que cualquier día de estos pueden volver a pasar, y es que con Tata nadie juega como decía aquel huapango, ni mucho menos lo insulta.

El caso es que en la mina de El Eden y allá por la decada de los 50s, trabajaba un minero llamado Roque, de trato áspero y difícil, del que se decía no era muy buen compañero.

Ambicioso, peleonero y renegón…

Llegó un día en que junto con su grupo, encontró una gran piedra de plata.

Fue que decidió no entregar nada y en vez, esconderla entre sus cosas para volver después del final de su jornada.

Las horas pasaban mientras continuaba picando las paredes hasta que llegó el momento en que sus amigos se alejaban.

El final de turno había llegado y el en vez de alcanzarlos en la salida fue hacia el “cielo de plata” como ahora se llama el lugar donde la piedra de plata había ocultado.

Cuál fue su sorpresa que de piedra no había nada.

Roque violento y renegón, comenzó a perder el control profiriendo maldiciones a todo cuanto le pasaba por la cabeza, a la mina, a la montaña y a la misma piedra de plata.

A su trabajo, a sus amigos y a la compañía propietaria de la mina, pero ahí no paró…

Y de maldecir al Cielo el turno llegó poniéndose a insultar a su Creador.

Como respuesta hubo un temblor y la mina se colapsó.

Entre un alarido de terror y el ruido estruendoso del derrumbe, sus amigos volvieron con la intención de salvarlo.

Infructuosa la labor, nunca nada fue encontrado, ni la piedra ni su cuerpo.

Se dice y se atestigua, que Roque por la mina sigue rondando.

Sin embargo ninguno de los mineros desea nunca jamás encontrarse con esa misma riqueza.

También se dice que cualquiera de los visitantes que por casualidad se encuentre con ella, a su casa se la podrá llevar sin temor a rondar en la mina por toda la eternidad.

Todo esto siempre y cuando la comparta con aquel que le contó tan terrible historia, para así romper la maldición causada por la ambición.

Así que ahí luego les dejo mi cuenta de Instagram con mi contacto…

 

Leyenda de la mina de El Eden
Leyenda de la mina de El Eden

 

La Leyenda de la Calle de Tres Cruces

Se cuenta y se sabe, que en noviembre del año de gracia de 1763 vivía don Diego de Gallinar, un caballero acaudalado y tutor de doña Beatriz de Moncada, su joven y hermosa sobrina que huérfana de padres había quedado.

Beatriz no solo era la más bella sino también la más codiciada de toda la ciduad minera.

No eran pocos sino más bien todos los que con sus encantos querían merecerse pero siempre sin ningún éxito.

O casi siempre debería decir.

Un nativo de la zona, un indígena chichimeca de origen muy humilde y que se llamaba Gabriel fue una vez visto por la joven, durante las fiestas de la ciudad. Su corazón quedó prendado y el de Gabriel enamorado.

Cuentan que ambos corazones quedaron unidos para siempre,

Gabriel a cada noche se arrimaba al balcón de doña Beatriz de Moncada a la cual le cantaba bellas canciones de amor, canciones susurrantes al oído mientras que ella soñaba y disfrutaba con ese amor que cada vez más y más les unía.

En tanto que don Diego que enterado de nada estaba, tenía planeada la entrega de su sobrina y ahijada y que en buena conveniencia daba. Pero fue en una de tantas noches en que a voz un poco más alzada Gabriel canto una de sus canciones al oído de Doña Beatriz de Moncada, pero también del padrino de su amada.

Este furioso se acercó al joven Gabriel a quien increpó a la vez que exigió que de su sobrina se alejara, pues comprometida estaba.

Gabriel en respuesta gritó que la amaba cuando don Diego para hacer valer su palabra desenfundó su espada.

Pronto comenzó el duelo entre ambos hombres pero en un mal golpe don Diego cayó sin vida.

Uno de los criados en respuesta y en venganza por la muerte de su patrón, sobre Gabriel se abalanzó dándole muerte por la espalda.

Doña Beatriz que todo observaba, de la impresión y gran dolor se desvaneció de aquel balcón en que tanto le cantaban.

Su cuerpo yaciente en mitad de la calle se encontraba, justo en donde una tercera cruz sería pintada.

Hoy en día oirse no oye nada, pero dicen que cuando pases por ahí, si eres joven y hermosa como doña Beatriz de Moncada, a tu oído llegarán las mismas canciones que a ella le cantaban.

 

La Leyenda de La Calle de las Tres Cruces
La Leyenda de La Calle de las Tres Cruces

 

La Leyenda de la Mujer de Piedra

Se cuenta que había una madre que tenía a un único hijo y que por la voluntad providente de Dios, decidió llevarselo para no arriesgarlo a su eterna condenación.

Cuentan los testigos que la dolorosa madre, día tras día visitaba la tumba de su hijo, y entre rezos y lágrimas su corazón no descansaba.

A medida que la mujer iba envejeciendo su corazón iba comprendiendo los designios de Dios, pero toda la vida se le fue en ello.

Su hijo era un borracho y vividor, un jugador empedernido que le gritaba y la maltrataba, y esto era lo que su corazón aún más atormentaba.

Preocupada por su hijo y por el estado de su alma de rezar no paraba.

Suplicante y temerosa por la suerte de su hijo llegaba por las mañanas y se postraba sobre la tumba a clamar piedad al Señor.

Muchos son los testigos que cuentan que mientras rezaba, todas las almas del panteón de Herrera el rosario contestaban.

Muchos años habían pasado pero la pobre madre de porfiar no paraba.

Misericordia encontró un día en que el Señor se la llevó.

La voz de su hijo la llamó y al otro lado la esperó.

El cuidador del panteón de los pobres sobre la tumba ya sin vida su cuerpo encontró.

Conmovido con la muerte y el tesón de la abnegada y dulce madre, a un escultor se lo contó.

Guillermo como se llamaba el escultor y fiel a los relatos del velador, en piedra lo que le contaban talló.

Y sobre la tumba descansan ahora los dos.

Hoy en día no son pocos los que aseguran que se escuchan las respuestas al rezo de la letanía del Santo Rosario, sobre todo en el mero día de todos los santos.

Y no son muchos los que aseguran que ese mismo se día se escucha: “gracias madre, que de la condenación me has salvado”.

 

La Mujer de Piedra en el panteon Herrera de Zacatecas
La Mujer de Piedra en el panteon Herrera de Zacatecas

 


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